Descripción enviada por el equipo del proyecto. Piedras de quinientos kilos de Calatorao, planchas de acero inoxidable de tres por un metro y medio, madera maciza de nogal español de 50 mm. de espesor. Espesor, es la palabra que definiría la propuesta y la presencia “cruda “ de la materia la encargada de construir su amable atmósfera. Cinco grandes bloques de piedra, que parecen flotar, construyen un “ magma” fluctuante.
El espacio, con la ayuda del acero pulido, se escapa entre estas piedras hacia el infinito, como si, una vez dentro del local, pudieras perderte más allá de sus límites, escapar hacia la nada. Aunque, ni lo intentas… Estos potentes bloques, además de articular el espacio, te llevan al corazón , esconden los elementos estructurales y contienen toda la maquinaria necesaria para que el restaurante funcione. La “caverna”, que durante años fue este restaurante, se transforma en una “caja mágica” pero que, sin embargo, mantiene el “alma” del lugar.
La intervención en la fachada, en un edificio de finales del siglo XIX del que no se conservan planos, es fruto de una investigación casi arqueológica para descubrir su origen. La fachada del local ha sufrido diferentes intervenciones a lo largo de la historia, y la actuación persigue reestablecer lo más parecido a lo que pudo ser el edificio original. Se ha limpiado la fachada de elementos ajenos, restituido huecos siguiendo los rastros de los antiguos cargaderos de madera, se han reconstruido los macizos perdidos, siguiendo las leyes del edificio y se ha tendido un mortero de cal que recupera dignamente el zócalo del edificio. De esta forma, la fachada recupera el plano original y se aproxima más al aspecto masivo de la época de su construcción, devolviéndole la potencia de la imagen original, así como la esbeltez de los vanos, tan característica de las plantas bajas de la arquitectura histórica de Alicante.
En esta propuesta se reivindica la obra como “ fábrica”, improvisando y resolviendo in situ con los oficios en un día a día continuo, dibujando detalles, ajustando replanteos, comparando muestras. Un día a día apasionante con un proyecto que no tiene una imagen final, para qué una imagen final?. Se apuesta por el proceso, se humaniza la construcción, de forma que, cada piedra tiene su nombre: el toro, el torito, la imprescindible, la malquerida, la imposible, la repetida.
Los materiales tienen vida propia, identidad: cada piedra, cada plancha de acero, cada tabla de madera… cada una de ellas se mide con precisión en la obra, se sacan plantillas, se cortan y más tarde encuentran su lugar en la obra. Cada detalle cuidado en una obra sin detalles aparentes. Un techo tecnificado sin difusores, sin altavoces, sin detectores y una iluminación “ noctambula” de vidrio soplado, con presencia pero que luego desaparece. Una vez sentado en la mesa, todo esto desaparece para poder centrarnos en las maravillosas hamburguesas.